Por qué las decisiones de Trump sobre combustibles fósiles apuntan hacia un “infierno climático”
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2023 fue el año más caluroso desde que hay registros, hasta que 2024 rompió el récord y se superó, por primera vez, el umbral de 1,5 °C de calentamiento global. Y no será la última vez que se alcance un nuevo máximo. Aplicando las políticas actuales de reducción de emisiones, se estima un incremento de 3,1 °C respecto a la era preindustrial para 2100.
Pero la situación podría ir incluso a peor si los países no ponen en marcha las medidas necesarias. Sin ir más lejos, el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado la salida del Acuerdo de París y sus planes para extraer más recursos fósiles.
Las consecuencias de no reducir lo suficiente las emisiones ya son devastadoras, y lo serán cada vez más. Nos arriesgamos a alcanzar puntos de no retorno climáticos cuyas consecuencias serían irreversibles.
COP29: financiación y mercados de carbono
Hoy en día, el espacio capaz de reunir a representantes de los 8 000 millones de habitantes del mundo para revertir los efectos más devastadores del calentamiento global es la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP). Aun así, después de casi 30 años de COP todavía hay resistencias y falta de voluntad para abordar la principal causa del problema: el aumento año tras año de la quema de combustibles fósiles.
La última de estas cumbres (COP29), celebrada en noviembre en Bakú (Azerbaiyán), se cerró con un compromiso mínimo de movilizar al menos 300 000 millones de dólares anuales para 2035 para financiar la adaptación de los países al desarrollo al cambio climático y compensarles por sus consecuencias. No obstante, esta cifra representa menos de una cuarta parte de los 1,3 billones de dólares anuales que estos países necesitan.
El otro aspecto destacado de la COP29 fue la resolución de las disposiciones pendientes del Acuerdo de París relacionadas con los mercados de carbono. Estos mecanismos permiten a empresas y gobiernos comprar créditos para compensar sus emisiones a través de iniciativas como el establecimiento de plantaciones en áreas sin cobertura forestal previa, el apoyo a proyectos de transición energética o la todavía muy poco desarrollada captura y almacenamiento industrial de dióxido de carbono (CO₂).
Sin embargo, hasta ahora estos mecanismos han demostrado no contribuir a la reducción de emisiones y ser un negocio rentable para el capital privado. Mediante la compra de créditos de carbono, se permite que los grandes emisores sigan contaminando mientras se desincentiva la adopción de objetivos climáticos ambiciosos. Se han documentado problemas relacionados con la falta de supervisión, transparencia e integridad metodológica.
Así, por ejemplo, han sido reportados casos de doble conteo de emisiones evitadas y existe incertidumbre sobre las garantías para que el CO₂ capturado se almacene a largo plazo. Además, hay evidencias de la violación de derechos de las comunidades locales en proyectos de forestación.
¿Hacia “el fin de los combustibles fósiles”?
La falta de ambición pública en la financiación climática, sumada al creciente rol que se da al capital privado en aspectos de mitigación, se unió en Bakú con la ausencia de acuerdos regulatorios para dar continuidad al compromiso de la COP28 de avanzar hacia “el fin de los combustibles fósiles”.
Si el 83 % de las emisiones antropogénicas de CO₂ proviene de la quema de estos combustibles, y la forma más efectiva de mitigar el calentamiento global es detener su extracción y uso, ¿por qué en 29 años no se ha abordado de manera directa la principal causa del problema?
La respuesta se encuentra en la enorme presión ejercida por parte de actores vinculados a la industria fósil. Estos se niegan a abandonar un negocio muy rentable que les ha generado 2 800 millones de dólares diarios durante los últimos 50 años.
Más de 1 700 lobistas vinculados a la industria participaron en la COP29, superando así a la suma de delegados de las 10 naciones más vulnerables al cambio climático.
Representantes de países como Arabia Saudí destacaron por obstaculizar acuerdos enfocados a limitar la extracción de combustibles fósiles.
El mismo presidente de Azerbaiyán describió los recursos fósiles de su país como un “regalo de Dios” en la sesión inaugural de la cumbre, mientras que se publicó que el país planea aumentar la producción de gas la próxima década.
A todo ello se suma ahora la promesa de Donald Trump de dar rienda suelta a la extracción de petróleo y gas.
Hacia una solución climática efectiva
La búsqueda de soluciones globales a la crisis climática debe ir de la mano del multilateralismo. Acuerdos internacionales bajo el paraguas de las Naciones Unidas como el Protocolo de Montreal y la consiguiente recuperación de la capa de ozono muestran que superar retos colectivos es posible. Sin embargo, para que espacios como las COP no fracasen, es esencial garantizar que los acuerdos se guíen por la evidencia científica, y no por intereses corporativos.
Según la Agencia Internacional de la Energía, debemos evitar nuevas inversiones en proyectos de extracción de gas, petróleo o carbón, y cerrar prematuramente una parte significativa de los proyectos de extracción en funcionamiento.
El primer paso debe ser eliminar los cuantiosos subsidios otorgados a la industria fósil, que ascienden a 70 000 millones de dólares anuales solo en los países del G20. Esta medida impulsaría substancialmente la transición energética, ya que, sin soporte económico, numerosos proyectos de extracción se volverán inviables, acelerando su clausura. Paralelamente, a fin de que los gobiernos actúen con mayor firmeza y evitar el temor a compensaciones millonarias, también es fundamental eliminar las cláusulas contractuales que protegen a los inversores extranjeros frente a la anulación anticipada de contratos.
Para que la transición no perpetúe la desigualdad existente entre países, es fundamental que la descarbonización se guíe por principios de equidad, justicia ambiental y solidaridad. Esto implica priorizar el fin de la extracción en países con alta capacidad de transición y potencial para dar soporte a países en desarrollo. También cerrar inmediatamente proyectos donde se violan derechos humanos y causan graves impactos socioambientales. Herramientas como el Atlas del petróleo convencional no extraíble y la Plataforma Interactiva sobre combustibles fósiles no quemables, lideradas por la Universidad de Barcelona, permiten ya identificar donde priorizar estos esfuerzos.
La coordinación internacional para el cierre de proyectos fósiles puede fortalecerse a través de iniciativas como el Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles y la Alianza Más Allá del Petróleo y el Gas.
Por otro lado, la industria de combustibles fósiles puede desempeñar un papel clave en liderar la transición, aprovechando su capacidad de inversión y experiencia técnica para reorientar sus porfolios hacia el despliegue masivo de energías limpias. Actualmente, invertir en renovables no sólo es más rentable que hacerlo en el sector fósil, sino que también genera empleo de calidad.
Por lo tanto, el actual plan para salvar al planeta puede ser efectivo, pero las decisiones colectivas deben adoptarse sin interferencias de la industria y centrarse en medidas efectivas como la eliminación de la extracción de combustibles fósiles.
Hoy en día no hay plan B, y no actuar de forma contundente nos llevará a escenarios descritos, en palabras del secretario general de Naciones Unidas Antonio Guterres, como el “infierno climático”. Escenarios que resultarían catastróficos para la economía mundial e, incluso, para aquellas empresas y gobiernos que priorizan los beneficios de la extracción a corto plazo.
Guillem Rius Taberner, Investigador , Universitat de Barcelona; Alejandro Marcos Valls, Investigador postdoctoral , Universitat de Barcelona; Gorka Muñoa Capron-Manieux, Investigador postdoctoral en Cambio Climático, Universitat de Barcelona y Martí Orta-Martínez, Profesor agregado de la Universitat de Barcelona, Universitat de Barcelona
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
No crec que ni Trump ni la resta de dirigents polítics facin gaire cas al Professor Rius. Hi ha massa interessos econòmics a curt i mig termini.
ResponderEliminarAyer vino el de la caldera oficial a hacer la revisión. Tengo una Die Dietrich. El hombre no encontró deficiencias. Estuvimos hablando que para el 2030 ya está aprobado el NO construir pisos con tomas de gas. El gas desaparece. Dejarán de fabricarse las calderas tal como las conocemos y para el 2050 no existirán. Se cambiará a aerotermia, y ya están preparando cursos para ello. El gas irá desapareciendo paulatinamente de los hogares, ya está aprobado, ahora hay una moratoria, pero no lo dicen porque los fabricantes se están amoldando a lo que viene.
ResponderEliminarClaro. Tardarán más o tardarán menos, pero "todos" acabaremos rindiéndonos a la evidencia. Yo tengo que pasar la revisión ahora a mediados de febrero. Tambien tengo un contrato de mantenimiento y me la reviso por mi cuenta, cada año.
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