¿Un miedo ancestral?
Que yo sepa no tenemos un registro oficial de reacciones exageradas y un punto estúpidas ante los avances tecnológicos a lo largo de la historia. Posiblemente, se deba a que la estupidez es subjetiva y lo que hoy nos parece ridículo, en su momento fue una preocupación genuina para algunas personas. Sin embargo, sí que podemos encontrar ejemplos de reacciones temerosas o simplemente equivocadas ante la llegada de nuevas tecnologías. Estas reacciones a menudo surgen del miedo a lo desconocido, a la pérdida de empleos o a un cambio en el orden social establecido; una forma de conservadurismo
Recuerdo algunas y las he ordenado de forma cronológica. Seguro que hay más, pero estas son las que personalmente, más me han llamado la atención desde que tuve conocimiento de ellas:
La imprenta (siglo XV)
La invención de la imprenta por Johannes Gutenberg revolucionó la forma en que se difundía el conocimiento, pero no todos la recibieron con entusiasmo. La Iglesia católica, que hasta ese momento controlaba la producción de libros a confeccionados a mano por monjes, temió que el nuevo invento facilitara la difusión de ideas heréticas y la afectara con una pérdida de su autoridad. Muchos clérigos se opusieron a esta «invención del diablo» que ponía el conocimiento al alcance de las masas.
Evidentemente, fue vista como una amenaza para los escribas. Los copistas profesionales, que se ganaban la vida transcribiendo libros a mano, vieron en la imprenta una amenaza directa a su sustento; su enemigo más real. Su principal argumento era que los libros impresos eran impersonales y de menor calidad que los manuscritos. (esto me recuerda a algo muy actual)
El ferrocarril (siglo XIX)
La llegada del ferrocarril trajo consigo una de las reacciones más curiosas y con más prejuicios de la historia, especialmente en el ámbito de la salud. Se creía que el cuerpo humano no estaba diseñado para viajar a velocidades tan altas (alrededor de 20-30 km/h). Médicos y científicos de la época advirtieron que la velocidad del tren podía causar apoplejía, problemas nerviosos e incluso la «desintegración de los órganos internos». No tardó en surgir la idea de que el movimiento rápido de los trenes podría causar enfermedades mentales y la «locura del tren», un tipo de histeria exclusiva de los viajeros en tren. También se creía que la vista constante del paisaje moviéndose a gran velocidad dañaría permanentemente los ojos.
El teléfono (finales del siglo XIX, me refiero al teléfono fijo, más inmóvil que una pirámide)
Cuando el teléfono fue inventado por Alexander Graham Bell, muchos se preguntaron para qué serviría una tecnología que ya existía. (telégrafo)
Lo consideraron un juguete para ricos. Al principio, el teléfono era visto como una curiosidad o un juguete para la élite, algo sin una utilidad práctica real. El presidente de la compañía Western Union, una empresa de telégrafos, rechazó comprar la patente del teléfono por 100,000 dólares, afirmando que no tenía futuro.
Y no olvidemos la curiosa preocupación por la privacidad y la moralidad. Se temía que el teléfono permitiera a los extraños invadir los hogares con llamadas inesperadas y que las conversaciones pudieran ser escuchadas, rompiendo el decoro social. Algunos incluso lo llamaron «la intrusión» y creían que podría fomentar el coqueteo y la inmoralidad entre jóvenes de ambos sexos. ¡Mira por donde! En eso no andaban muy desencaminados, aunque estos inconvenientes tardarían unas cuantas décadas en llegar.
El automóvil (principios del siglo XX)
El cine (principios del siglo XX)
Estos ejemplos y otros parecidos muestran que el miedo y la resistencia al cambio son una constante en la historia. A menudo, las innovaciones que hoy damos por sentadas fueron en su momento vistas con escepticismo, temor e incluso hostilidad. Hoy, ocurre exactamente lo mismo con las nuevas tecnologías, especialmente con la Inteligencia Artificial.


6 comentarios
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Salut.
És el mateix que també ens mou a la por a l'estranger, i que dona com a resultat els prejudicis racials.
Diuen els experts que la IA, tardarà més d'una generació en ser normalitzada i acceptada sense prejudicis.
un beso, Ricard.