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En cualquier caso, los míos, siguen siendo los repartidores de Amazon.
o deja de ser una especie de broma sarcástica, que esta tradición de los Magos de Oriente (como buen republicano, me dejo lo de «reyes» en la papelera), que supongo que tiene su origen en algún cuento bíblico y que seguramente será más leyenda que otra cosa, hable de unos magos, sabios o astrólogos, cargados de bondad.
Dice la tradición que uno era persa, el otro indio y el tercero era árabe. Así que cabe suponer que Baltasar no era muy negro que digamos, solo un poco morenito. Aunque el mundo cristiano, tan suyo con sus cosas, lo quiso arreglar a conveniencia y determinó que uno era ario-europeo y lo puso blanquito y con la barba bien blanca. Al otro le determinó caracteres orientales y le confirió una barba dorada como el oro. Luego al «puto negro» lo dejaron igual de negro azabache, joven para parecer más inmaduro y ¡como no! encargado de regalar la mirra al niño dios.
La mirra, que lo sepan, mis queridos lectores, sirve esencialmente para disfrazar el pestazo a sudor que suele ambientar los hogares saharianos y subsaharianos. Muy apropiado, encargarle a Baltasar ese regalo, para la mentalidad racista. Mirra para el puto negro, oro para el impoluto blanco y incienso (seguramente sándalo) para el oloroso indio de la India que también es posible que se tratara de un afgano.
En cualquier caso, los míos, siguen siendo los repartidores de Amazon.