Por fin una lluvia con cierta consistencia. Lo mejor; que llueve y nieve en las cabeceras de los ríos, tanto del Ter como del Llobregat, y eso supone un pequeño alivio para los suministros del área metropolitana.
A nivel aún más local, en lo que se refiere a mi terreno inmediato, estas prácticamente 48 horas de precipitación significan revivir los estanques ecológicos, reserva de aves, que tengo a escasos trescientos cincuenta metros de mi casa. (La entrada a la zona protegida está a 140 m. de mi portal)
La historia de este estanque es bien curiosa:
Antiguamente, L’Estany de Sils era la laguna más grande de la llanura de la comarca de la Selva (Girona). Algunos cronistas le atribuyen el haber llegado a medir siete kilómetros de largo y uno y medio de ancho.
En un campo resguardado, en medio de una península que se adentraba en el antiguo Estany de Sils, se han localizado, como en otros lugares del Pla de la Selva, restos de ocupación humana de hace entre 150.000 y 300.000 años.
La Vía Augusta romana parece que se dividía en dos brazos al llegar al lago de Sils: uno seguía aproximadamente el actual trazado de la N- II y atravesaba la ciudad de Gerunda (Girona), considerado Via Augusta mientras que el otro se desviaba más hacia el interior, dirección Vic y se considera un simple ramal.
En la época medieval, el Estany, era considerado como un problema maldito. Sus aguas estancadas eran una fuente de enfermedades; concretamente malaria y paludismo. El mosquito Anopheles campaba a sus anchas y las infecciones eran constantes.
Hay documentaciones que nos revelan que ya en 1247, el vizconde de Cabrera, ordenó el primer intento de desecación. Se mantuvo unas cuantas décadas hasta que unas lluvias en 1362 anegaron las tierras ganadas y que ya se estaban dedicando a la labranza.
Entre 1626 y 1654 se llevaron a cabo nuevos esfuerzos de desecación con muy poco éxito. Parece que la laguna se negaba a desaparecer y el campesinado empezó a rendirse a la posibilidad de usar esos terrenos.
En 1767-68 se llevan a cabo nuevas obras ordenadas, esta vez, por el Duque de Medinaceli. Una vez más, el Estany, se niega a morir. En 1845, tozudamente, nuevos intentos, hasta que en 1856 un ingeniero agrónomo (J.Bayern) diseña un sistema de acequias que alimentan y desaguan la laguna.
Ahora, el sistema está automatizado, consiguiendo un relativo tránsito de las aguas, abriendo y cerrando las acequias y el paraje, como he dicho al principio es considerado un reservorio de flora y fauna de zonas húmedas.
Ni que decir tiene que para mí, es un placer. En broma, me gusta decir que es el «jardín de mi casa» y en cuanto a los mosquitos, con aguas relativamente móviles y la enorme cantidad de pájaros, ya no son una molestia, menos aún, un peligro.
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