Hay días en los que el sol se hace luna. Días convertidos en noches, en los que las sombras se confunden en sombras mayores y acaban todas, siendo una sola sombra. Y también hay noches en las que siquiera una luna casi llena, pero escondida entre brumas, pueda aclarar mínimamente aquellas sombras. Menos aún darle vida al poeta.
Hay días sin sol y noches sin luna; hay corazones que laten cansados. Hay ocasiones en que todo parece conjurarse para apagar la débil llama de velas encendidas y cuando, en esos momentos, brumas, sombras y oscuridades, coinciden en la pequeña aldea que vive en el interior de un ser humano; entonces, también las luces de sus hogares se apagan.
Ahora, sombras y oscuridades bailan desnudas.


He conocido y conozco muchos de esos días
ResponderEliminarBicoss
Claro, pero quizás coincidas conmigo que en el interior de la aldea que vive en nuestro interior, finalmente, siempre acaba amaneciendo.
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