Crucial y oportuno

Aquel periodo que transcurrió entre 1979 y 1984 resultó crucial. Mi aproximación al mundo del orientalismo a través del Yoga, le dio un giro importante a mi vida.
Quizás sea necesario explicar que lo que mayoritariamente se entiende hoy en día por yoga, nada tiene que ver con el Yoga que tuve la oportunidad de conocer. Hoy, me desalienta ver esa multitud de videos en YouTube que con la pretensión de mostrar tutoriales, lo único que se muestra es el cuerpo de unas señoritas ligeras de ropa (cuando no desnudez directamente). 
En cualquier caso, no se trata ahora de profundizar en la realidad del yoga, sino de mencionarlo como algo que me marcaría para el resto de mi vida. 
Todo empezó con un simple apuntarse a un centro donde se impartían enseñanzas para la práctica del Hatha Yoga y la meditación.

El «hatha yoga» para los que no sepan es el yoga físico y que consiste básicamente en esas exóticas posturas (asanas) y la ciencia de la respiración (pranayama). Ambas cosas, el mantenimiento prolongado de esas posturas a las que debe llegarse por relajación y no por esfuerzo, sumado al control de la respiración, ofrece enormes ventajas para la salud, tanto del cuerpo como de la mente. 

Hay otros tipos de Yoga, algunos, fruto de la occidentalización de la disciplina y otros tradicionales como el Kundalini Yoga, el Ashtanga, el Tantra, etc. Pero como digo, ya es corriente ver la palabra Yoga antecedida de nominales como «fitness» «power» «aero», etc.

El que fue mi profesor por aquel entonces, Saúl Martinez, tuvo el enorme acierto de que, aunque yo era un simple principiante, me propuso seguir los estudios del programa de Profesores de Yoga que proponía la I.Y.T.A. por aquel entonces.  Nuestra conversación desde un buen principio dejó claro que a mí no me interesaba titulación alguna, sino el conocimiento que emanaría de seguir el currículo durante los próximos cuatro años. Lo aceptó. 
Eso suponía adquirir conocimientos sobre el Vedanta, suponía profundizar sobre técnicas de meditación, realizar excelentes retiros, suponía conocer el Pranayama (respiración). Suponía conocer las propuestas religiosas del hinduismo y sus simbologías, conocer las bases fundamentales de la religión sin dios (budismo) e incluso una visión panorámica de la astrología y la medicina tradicional china. 
Sobre la astrología, puedo añadir que cursé (aparte) tres años (un tiempo después -1986-89-) solo para corroborar (más allá de las opiniones de terceros) que ni la predictiva, ni la humanista, sirven para nada, aunque si reconozco que para determinadas personas, puede ser una notable herramienta psicológica.

Como decía al principio, el giro vital que todo esto produjo, fue importante. Con el tiempo fui entendiendo que yo no era una persona «religiosa» a pesar de haber nacido en una familia que si lo era y de haber estudiado en un colegio religioso y que cualquier intento de serlo (esto daría para todo un libro) solo conseguía hacerme daño. La meditación pasó a ser un componente de mi día a día, casi imprescindible, y mi directriz de vida tiene bastante que ver con el Zen.
Quizás este escrito sirva para que algunos puedan entender mejor mi pasión por Japón
Siento mucho agradecimiento por haber tenido estas oportunidades y pido disculpas por hablar de mí, aunque, claro, de esto va (entre alguna cosa más) este blog. (Las etiquetas en la portada,  creo que son bastante descriptivas). En cualquier caso, gracias por leerme.

1984. En un retiro.


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