Foto de mi autoría (1981)

Nunca he sentido interés alguno, por las obras de arte que precisan del verbo del artista, para ser comprendidas. Esto es especialmente así, cuando se trata de artes gráficas, pero no solo. 
En esas largas disertaciones sobre la obra, que por ley natural, debería explicarse por sí misma, solo veo autocomplacencia, comercio y también un punto de falsedad. Siempre o casi siempre.
En definitiva, pienso que al arte siempre se expresa con susurros dirigidos al alma de su espectador (observador). La verborrea del artista y /o los interpretadores, apaga esos susurros al punto de no ser audibles.

Tampoco me olvido de que en algunas culturas, de la obra artística, se valora mucho que no tenga explicación, como de algunas artesanías, se valora que no sirva para nada concreto, como podría ser una taza de té, con un enorme agujero en su base. Y es que en muchas ocasiones «la intelectualidad» del arte, no está en la respuesta, sino en una prolongada pregunta.