Empezaron masacrando indios, sus mujeres y sus niños. Y a los que lo hicieron, los veneran como héroes. Traficaron con esclavos y los maltrataron peor que algunos hacen con los perros. Supremacistas y racistas insuperables. Ahora están en el gobierno de su nación y humillan a quien trata de proteger a su país invadido por el agresor. Y con el cinismo más escandaloso, dicen que ese hombre, un auténtico héroe para el mundo, no les respeta.
Son unas cucarachas miserables y me pregunto si seremos capaces de hacerles pagar a ellos tanta ignominia. Me repugna tener que darle la razón a aquellos que los llaman el gran Satán.
A partir de ahora, contar con ellos es como «negociar con un alacrán en que bolsillo de los pantalones lo vas a llevar».
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