Primeros días de la primavera— el cielo
es de un azul tan claro, el sol enorme y tibio.
Todo se está poniendo verde.
Llevo en mi mano mi tazón de monje.
Camino a la villa a mendigar mi comida del día.
Los niños me avistan en el portal del templo
y alegremente se reúnen alrededor,
jalando mis mangas hasta que me detengo.
Coloco mi tazón en una roca blanca,
cuelgo mi bolsa de una rama.
Primero tejemos cuerdas con hierba
y jugamos a jalar la soga, un bando contra otro.
Luego tomamos turnos para cantar
y no dejar que la pelota toque el suelo:
yo pateo y ellos cantan; ellos patean, yo canto.
Me olvido del tiempo y las horas vuelan.
La gente que pasa por ahí me señala y se burlan:
“¿Por qué estás ahí haciendo el idiota?”
Sonrío y no contesto.
Podría decir algo, pero ¿para qué?
¿quieren saber lo que hay en mi corazón?
Desde el inicio del tiempo: ¡esto! ¡sólo esto!
Esto, sólo esto
Ryōkan 1758-1831
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Las pequeñas cosas que dan sentido a la vida, las cosas sencillas.
ResponderEliminarDisfrutar de las cosas sencillas y limpias de la vida.
ResponderEliminar:))