Soñé que caían copos de nieve color lavanda. La virginal blancura de las colinas tomaba ese tono indeciso que no sabe si es magenta o es cian. Recibí la sensación de que los árboles sonreían sorprendidos, al tiempo que los guijarros en las orillas del río no sabían qué pensar.
Soñé que a medida que esa nieve se iba fundiendo desprendía el aroma de la lavanda de una forma delicada, apenas perceptible pero presente. Vi a los pájaros movidos por la curiosidad y los ciervos, corzos y gamos, desconcertados. Era todo tan hermoso...
Súbitamente, una explosión me catapultó desde mi sueño hasta una calle repleta de cadáveres. Niños, mujeres y ancianos. Disparos entrecruzados me ponían en peligro y me refugié. Nuevas explosiones retumbaban al tiempo que el suelo trepidaba, dificultándome el permanecer de pie. Un joven soldado tiró de mí. Era fuerte y su tirón me produjo dolor en el brazo. Nos escondimos detrás de unas paredes derruidas. Sobre una puerta pude leer: медсестринство. Tras ella, más cadáveres.
Me pregunté si seguía soñando o dónde estaba. El soldado puso su mano sobre mi hombro y mirándome fijamente a los ojos, me dijo: З Різдвом Христовим, друже!
Me di perfecta cuenta de que estaba en una calle de Zaporiyia. El soldado me habló con una calma y tranquilidad que me helaron la sangre.
—Duerme un poco y luego velarás mi sueño. Es posible que mientras, lleguen mis compañeros.
Me puse a tratar de dormir. Recordé la nieve lavanda y deseé con todas mis fuerzas retomar el sueño. Dormí, fue imposible soñar, pero no sé más. Jamás desperté.


Posiblemente le haya pasado a un soldado por aquellas tierras, da igual que fuera ucraniano que ruso, a la puerta de la muerte no hay nacionalidad que valga.
ResponderEliminarUn abrazo
Amb aquest conte, m'has recordat aquest poema de Rimbaud:
ResponderEliminar«El durmiente del valle»
Es un surco de verdura donde canta un río
Prendiendo entre risas jirones de plata
por las yerbas; donde el sol alumbra desde
la altiva montaña: es una vaguada que hierve de fulgor.
Un soldado joven, cabeza desnuda, boca abierta
Y la nuca encharcada entre el fresco berro azul,
Duerme; está tendido sobre la yerba, bajo el cielo,
Pálido en su lecho verde donde llueve la luz.
Duerme con los pies entre gladiolos. Sonriendo
Como haría un niño enfermo, sueña:
¡Mécelo con amor Naturaleza, que tiene frío!
Los aromas ya no estremecen sus sentidos,
Duerme tranquilo al sol, con una mano sobre el pecho.
Dos hoyos rojos se abren en su costado.
Arthur Rimbaud
Un abrazo, Rivcard
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