Si no me equivoco, la fotografía es de alrededores del año 2000


Es una sensación de triunfo. La siento en esta madrugada lluviosa y después de haber superado un día navideño más. Fue solo una comida en compañía de mi hija, en un restaurante al que volvemos cada año, reservando la mesa con dos meses de antelación. Conversación divertida. Puesta al día de las noticias de la otra parte (su madre). Nos ahorramos hipocresías familiares y otras pastillas de mal tragar.  Repaso del año de mierda que nos ha tocado vivir con la muerte de su tío, mi hermano Carlos. Y aunque el día, más que de blanca Navidad, fue de gris plomizo Navidad, la lluvia respetó lo suficiente como para poder dar un paseo hasta donde mi cadera permite, por el barrio antiguo de Girona. Un barrio ayer, que parecía otro, por la vacuidad de sus calles; solo unos orientales que sospecho habían llegado empaquetados en algún bus turístico.
Aspecto de la plaza, donde se ubica Casa Marieta en los tiempos de su nacimiento (1892)

A media tarde, ya de vuelta, tocó lidiar con los sopores de una comida y bebida un tanto excesiva para un diabético. Un poco de televisión (por satélite) sin que sonara un solo villancico, ni proyección alguna de cosas como «Mujercitas, Ben-Hur o Lo que el viento se llevó»
En resumen: La victoria de una batalla ganada.