Una revolución vivida


El entorno fotográfico
que nos ha tocado vivir.

Vivir algo más de 60 años casado con la fotografía no es cosa menor. Es un privilegio, no sé si merecido, pero que me ha dado la oportunidad de coincidir con el periodo más revolucionario, desde que se inventó. Bueno... seamos más comedidos y digamos uno de los periodos. No pretendo formular una tesis sobre esta revolución, sino simplemente explicar como lo ha vivido una persona que se enamoró del "hecho fotográfico" cuando tenía 14 años. En 1963, ya existía el color, pero era caro y poco consumido. Lo habitual era el uso de los carretes en blanco y negro. Eran pocos, los que revelaban ellos mismos y se solía confiar ese cometido a la tienda de confianza. Por regla general, tardaban dos o tres días en entregar los negativos y las copias correspondientes.

Entonces mi cámara, era una Woïgtlander Vito B. 


Muy sencilla.
Exenta de telemetría, ni fotometría. Es decir; tenías que enfocar a ojo (el argot popular decía "poner los metros") y para acertar la exposición (es decir, que la imagen resultante no quedara ni muy oscura ni muy clara), hacías caso de las indicaciones que daba el fabricante de la película:
  • Día soleado 1/125" - f:11
  • Día nublado  1/125" - f:5,6
  • Dia lluvioso o muy cubierto: 1/60" - f:4
Para el gran público, las fotografías llamémoslas, convencionales, como las familiares, paisajes, viajes, no presentaban excesivas dificultades. Otra cosa bien diferente era cuando, con equipos semejantes, pretendías entrar en la fotografía de acción (deportes, fauna, reportajes). Entonces las posibilidades de éxito, se reducían mucho.



Evidentemente, ya existían entonces cámaras con telemetría y fotometría, capaces de ayudar en el enfoque y la correcta exposición, pero no estaban al alcance de cualquiera. Poco a poco se fueron convirtiendo en algo más asequible.

Y muy mal hubieran ido las cosas, sin este avance electrónico. Sí, porque con la llegada del color a niveles populares, el aficionado, descubrió que este material era bastante más exigente en la precisión a la hora de medir la luz para conseguir buenas tomas. Difícilmente las indicaciones del fabricante de la película (que acabaron desapareciendo) eran suficientes.

Es muy difícil que, hoy en día, los nuevos aficionados (yo los llamo consumidores) de la fotografía actual puedan comprender la enorme diferencia que hay entre llevar en la cámara (o teléfono) una tarjeta de almacenamiento que puede albergar varios miles de fotos, a llevar un carrete que solo te permitía disparar como mucho 36 veces.
Lo sé bien, ya que, dando cursos de fotografía, en las salidas fotográficas, entre ellos se solían preguntar —¿Cuántas fotos has hecho?— Y las respuestas casi siempre superaban el centenar (a veces, más). Se asombraban mucho cuando el profe les contestaba que solo había disparado unas pocas; difícilmente dos docenas.

Tomar fotografías, pasó de ser "casi" un ritual a convertirse en un simple gesto compulsivo


Creo que puedo decir, que lastimosamente, no saben la facilidad que tienen entre manos. El enorme avance que ha supuesto, la digitalización. No son conscientes y, por lo tanto, tampoco lo disfrutan. 

Y es por eso que no me extraña, que haya surgido un movimiento -nada despreciable- de nuevos aficionados que han vuelto a la praxis de la fotografía química.Montan su propio laboratorio químico y, es tan extrema esta vuelta atrás, que incluso vuelven a las cámaras de gran formato:



Seguiremos hablando de estas revoluciones. 

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