Hay un hueso duro que el pato Donald, jamás podrá roer.
Un hueso que, si no tiene cuidado, puede dejarlo sin dentadura. No hablo de hoy para mañana, ni tampoco del único pato. Puede que los dientes empiecen a caer dentro de una década, quizás dos. Para entonces, los tablones del escenario ya serán muy diferentes y la obra de teatro será distinta. Pero ese, al que los hijos de Persépolis llaman el Gran Satán, seguirá mordiendo a diestro y siniestro, sin duda ya no, con la boca del pato. Otras bocas y otros dientes, seguirán llamándose americanos, sintiéndose arios y menospreciando al resto del mundo, inventando enemigos y metiendo sus sucias pezuñas donde no les llaman, con el único y sucio propósito de sacar tajada.
 
La historia explicará que un día llegó un rubio loco a la casa Pálida y empezó a establecer que las alianzas son deudas y que hay que pagarlas y que el precio lo pone él. Me empiezo a preguntar qué factura nos presentará el pato rubio y loco, por los más de 450.000 muertos estadounidenses (que no americanos), caídos en las tierras europeas, en la Segunda Guerra.
Luego inventaron una guerra que llamaron fría, que no era otra cosa que una enemistad de conveniencia; de ambos. Míralos ahora, besándose los morritos, por supuesto, también a conveniencia.

No me hagáis caso; al fin y al cabo solo soy un pobre jubilado contemplando el teatro del mundo como si de un arreglo urbano se tratara, pero mucho me temo que al final resultará que no es tan fiero «el Dragón» como lo pintan. Sí, sí, no me he equivocado, nada de león, hablo del Dragón, el dragón chino.
Hoy día, el dragón es un personaje cuya discreción, voz tranquila, apariencia y mensaje corporal, desconcierta. Su nombre rima con «piticlin piticlin» pero no me da la risa. Hoy el Dragón se llama Xi Jinping y es hueso duro de roer. Su sucesor, que nadie sabe quién es, será más duro todavía... o no.
Como diría un castizo: Pa mear y no echar gota. Ver al máximo representante de la llamada primera democracia, y observar un tipo, asquerosamente egocéntrico, provocador, inmoral, chulo y agresivo Y luego ver el máximo mandatario del gobierno absolutista de una nación tan enorme como la otra y contemplar un señor, educado, tranquilo, elegante, de voz serena y buenos modales, no me negaréis que desconcierta ¡y mucho!