La amargura de J.I. Guillotin


Ya sabes. Consultas una cosa y acabas enterandote de otras no menos interesantes. A continuación, algo que ignoraba y me ha gustado saberlo. Y por favor no me preguntes por mi interés en la guillotina. No tiene importancia... cosas de viejo.

Resulta que Joseph-Ignace Guillotin, no fue el inventor de la guillotina y aunque su vinculación con la misma, nadie la puede negar, el hombre vivió amargado por el nombre popular con el cual acabó conociéndose esa máquina. 

Antes de la Revolución Francesa, los condenados a muerte en Francia eran decapitados con una espada, si eran nobles; con hachas, si eran plebeyos y colgados en la horca, si se trataba de ladrones de poca monta. Los falsificadores y los herejes corrían un destino mucho peor: arder vivos o ser hervidos en grandes calderos hasta su muerte.
Al médico y político Joseph-Ignace Guillotin tales métodos de ejecución se le antojaban crueles. Morir decapitado podía ser una experiencia más o menos rápida y relativamente indolora. Pero los reos quedaban, nunca mejor dicho, en manos de la habilidad de los verdugos, y a merced de la eficacia de la herramienta cortante. Si la espada o el hacha empleadas tenían un filo bien cortante, y el verdugo era hábil, el sufrimiento terminaba pronto. De lo contrario, estaba garantizado un final más prolongado y doloroso.

Para «humanizar» las decapitaciones, Guillotin hizo algo importante: propuso a la Asamblea Nacional Constituyente reducir el sufrimiento de los reos, que debían ser tratados con una mínima dignidad. Con ese propósito en mente planteó la posibilidad de recuperar un sistema mecánico de decapitación que ya tenía largo recorrido, entre otras, en tierras escocesas: una máquina para separar la cabeza del cuerpo sin agonía en el condenado; una decapitadora.
Con ayuda del instrumento se conseguía, además de una muerte más rápida que con la espada, una menor intervención del verdugo. Pero Guillotin fue más allá, proponiendo ampliar el uso de la decapitadora a todos los culpables, de cualquier rango y condición. Así lo expresó en su proyecto de reforma de la legislación penal, el 1 de diciembre de 1789, que fue aprobado un par de años más tarde. El 6 de octubre de 1791 el Código Penalrezaba así: «La pena de muerte consistirá en la simple privación de la vida, sin que sea posible ninguna tortura contra el condenado». A lo que se añadía: «A todos los condenados a muerte se les cortará la cabeza". El objetivo de igualdad y de reducción de la crueldad que perseguía Guillotin tenía un fin último, que era terminar por abolir la pena de muerte.

Sin embargo, la idea tuvo tal éxito que la decapitadora se asoció para siempre con su nombre. La bautizada como guillotina se convirtió en un objeto de moda. Incluso se cantaban canciones en su honor, celebrando lo rápido que terminaba con la vida de los indeseables.
 Lejos de allanar el camino hacia la abolición de la pena de muerte, la sangre corrió más que nunca por las calles francesas.
Guillotin pasó el resto de su vida maldiciendo que la decapitadora recibiera su nombre, cuando en realidad él no la diseñó.
Su verdadero padre fue el cirujano militar francés Antoine Louis. La Asamblea Nacional encargó al doctor Louis que diseñara dicho dispositivo. La máquina se basaba en varios modelos, entre ellos la "Gibbet de Halifax", usada en Inglaterra desde el siglo XIII hasta el XVII, y la llamada "doncella escocesa" ("The Maiden"), que se empleó desde el siglo XVI al XVIII en Edimburgo.
Bajo instrucciones precisas de Louis, el carpintero alemán Tobias Schmidt construyó la primera decapitadora. Al principio, la nueva máquina se llamó "louisette", y también "louison", en honor a su inventor. Pero la prensa pronto la denominó guillotina.

Después de probar con ovejas y cadáveres humanos, se modificó la hoja en forma de media luna, que pasó a ser triangular, para garantizar un corte limpio y rápido. A partir de abril de 1792 se utilizó la guillotina en todas las ejecuciones públicas, exceptuando algún fusilamiento.
Aunque la guillotina tuvo un diseño francés, es tan solo una forma moderna de mecanismo decapitador, pero han existido muchos y diversos. El mismo nombre "pena capital" (del latín caput, cabeza), indica que la pena máxima está asociada etimológicamente a la separación del cuerpo y la cabeza.
Los humanos hemos estado cortando las cabezas al enemigo desde tiempos inmemoriales. La Paleta de Narmer, una placa egipcia de pizarra que data del 3000 a. C., muestra grabados de una serie de prisioneros decapitados. Morir decapitado era, para la cultura grecolatina clásica, una de las formas más honorables de dar muerte a los criminales. Los celtas, por su parte, elevaron a la categoría ritual la "caza de cabezas", es decir, la conservación de las cabezas de sus enemigos, que clavaban en las paredes o colgaban del cuello de los caballos.

La última ejecución con guillotina, en suelo francés, fue la del condenado a muerte Hamida Djandoubi, y tuvo lugar el 10 de septiembre de 1977, en la prisión de Baumettes (Marsella). Fue la última víctima de una larga lista que engrosaron nombres tan célebres como Luis XVI, María Antonieta o Madame du Barry, que pasaron por la "louisette" en 1793.

El 9 de octubre de 1981 la pena de muerte fue abolida en Francia. Pero la guillotina y su sanguinaria historia forjaron uno de los símbolos más populares de la Revolución Francesa, para desesperación de Guillotin.

4 Comentarios

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  1. No recordo on ho vaig llegir, però deien que Guillotín havia mort a la guillotina. Si non e vero e ben trobato.

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  2. Hola Francesc, por lo que tengo entendido es una leyenda urbana que pudo ser propagada debido al hecho de que una persona con apellido Guillotin, J.M.V. Guillotin, un doctor de Lyon, sí fue ejecutado mediante la guillotina..
    La verdad es que tiene guasa de que, por lo visto ´él propuso su uso en Francia, a pesar de estar en contra de la pena de muerte, para proponer un método menos doloroso o, si puede decirse, más humano a los utilizados en aquella época.

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  3. Hay una guillotina, que por cierto no es tan grande como se nos presenta, en el museo Carnavalet, de la ciudad de París, un museo no muy concurrido y que he visitado en un par de ocasiones

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