Una mirada errante, inquieta, furtiva, indiscreta.
Complicidad conmigo mismo.
Capturar la fugacidad de la luz cambiante en los paisajes urbanos.
Intentar convertir lo feo en bello. Intentarlo, quizás solo despojándolo de lo innecesario.
Atrapar fragmentos de luz donde nacen los brillos, donde mueren las sombras.
Invocar un instante en la vida de otra persona. Dejarse asombrar. Sentir la curiosidad. Quizás conmoverse. Aprender a esperar. Observar, descubrir, sentir.
Soñar que algún día, como imaginaba Lartigue cuando era un niño, que con solo cerrar los ojos y hacer clic, la foto estará ahí.
Yo pido más: Soñar (desear) que la foto que nace en mi mente, sin necesidad de cerrar los ojos y mucho antes de hacer clic, pueda tomar forma.
Mostrar. Compartir.  Hacer sentir a los demás. Sonreír. Ser testigo. Hacer que otros descubran. Y también, por qué no, dejar que el azar (de la lente) siga su curso. Descubrir en la pantalla del ordenador, como en aquel otro tiempo, mientras se revelaba papel fotográfico, que surge algo más, o algo diferente, de lo que se había visto o imaginado. Tener latido fuerte en el corazón; sonrisa y alegría en le centro de la mente. Disfrutar la propia agilidad. Seguir las líneas, superar las normas. Amar las imprecisiones y transformarlas en  creativas. Aceptar el azar. Gozar una idea fugaz. Congelar en el tiempo un rastro persistente.
Amor por el detalle. Amar la precisión y aceptar la compañía de la imprecisión. Pasión por seguir el camino que marcan los instintos. Observar lo que hacen los demás. Mirar muchas fotos. Todo esto es fotografiar. Amor por la vida.