Aquel invierno

Ricard.
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Ha sido esta noche, acercándose la madrugada. El solsticio abrió tímidamente la puerta a la estación invernal. Algunos termómetros han encogido sus mercurios, mientras que otros siguen empeñados en no mostrar valores negativos. Todo se andará.
El día es muy corto estas jornadas. Y a partir de hoy se empezará a alargar. Ayer en Gijón, el día duró exactamente 9 horas, mientras que en Málaga se prolongó 42 minutos más. En junio estaremos hablando de alrededor de 15 horas.

M
e llegan recuerdos de infancia. Aquellos primeros años que se situaban en la primera mitad de los 50'. Hojas de calendarios del pasado siglo. Recuerdo a mi padre carreteando tacos de madera, para alimentar aquella estufa de hierro colado que me había ocasionado más de una quemadura. Recuerdo el saco de cáscaras de avellana. Recuerdo aquel tubo que ascendía y giraba en ángulo recto para dirigirse a una ventana y conducir los humos al patio exterior. 

Aquellas escenas entrañables de una familia humilde apiñada alrededor de aquel artilugio calefactor. Los padres y los hermanos que éramos. En ocasiones mi padre atendía la radio que transmitía un partido de futbol. En otras, limpiaba su escopeta, que era junto con el perro de caza, los mejores aliados para poder comer carne de conejo. El hermano mayor estudiaba, la madre «hacía calceta» confeccionando alguna bufanda de lana, quizás un jersey. Yo soñaba despierto mientras leía las aventuras del Capitán Trueno y Crispín. En otras, eran los episodios de las Hazañas Bélicas que contaban en versión fantástica las batallas de los aliados contra los alemanes nazis. Entonces, uno no tenía idea de lo que eran los nazis, ni los aliados, y solo miraba la forma de los cascos de los soldados. Otras diferencias eran ignoradas. Un día se me antojaba unos, como los buenos; otro eran los malos.
Sin televisión, sin teléfono (ni siquiera el fijo), sin internet, ni la «plei» ni la «gueimboy»; solo con un patio al que mamá dejaba salir, cuando hacía sol.
Me llega también aquel pesebre navideño, tan humilde como la familia que lo acogía y a la que representaba. Un belén con solo las figuritas del niño dios, su madre y padre, un burro, un buey los tres reyes. Nada más. Siempre olvidaron, o no,  el ángel sobre el pesebre.

Que poco hace falta para ser feliz y como nos hemos complicado la vida.
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